El mes de marzo trajo una novedad para la memoria de San Isidro que es la publicación de un libro documental, compilado por el Ing. Jorge Pirán Balcarce, que fue presentado en el HCD.
Se trata de los documentos fundacionales del Club conservados durante tres generaciones por la familia Pirán Balcarce y que ahora, generosamente, el autor, custodio de esa colección, pone al alcance de los lectores.
La cita convocó a los descendientes de aquellos tres amigos promotores (Juan Maria Obarrio, José Maria Pirán y Benjamin Nazar Anchorena) con quienes compartí la mesa de presentación.
Tras la bienvenida de Federico Prassel, nos saludó en nombre de la institución anfitriona la concejal Cata Riganti.
Una cuidada publicación de Maizal Ediciones, que enriquece las fuentes para la historia local.
La calidez del lugar, fue a la par de la empatía de los amigos y amigas que nos acompañaron esa tarde.
Felicitaciones Jorge por este logro y gracias por sumarme al proceso de producción y presentación de este excelente material.
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
HCD, 12 de marzo de 2025
El libro que hoy presentamos es un puente entre dos mundos: el mundo del pasado que habita en los documentos; y el mundo del presente que aspira a conectarse con ese pasado a través de la memoria histórica.
Lamentablemente, los hechos que narra esta obra del Ing. Jorge
Pirán, aunque ocurrieron en nuestro terruño local, pero están tan alejados en
el tiempo de nuestros días, que no disponemos de testigos vivientes que
pudieran estar esta noche aquí, hilvanando recuerdos de cosas vistas y oídas
allá por 1910, que fue el año lustroso y estridente del Centenario Argentino.
Por eso el puente entre esos dos mundos separados por
poco más de un siglo viene a ser este libro, que nos acerca una “crónica
documentada” de la creación del Club Náutico San Isidro.
No es, pues, un logro menor para su autor, que es mi
amigo el Ing. Jorge Pirán, conocido vecino de esta comunidad y portador de un
apellido identitario para varias instituciones de nuestro pueblo que fueron fundadas
e iniciadas e impulsadas por su abuelo, el Dr. José María Pirán: el Colegio
Nacional, el SIC, la Biblioteca Popular, la iglesia de San José y, aquella que
hoy nos convoca, el CNSI.
Y digo que se trata de un logro para Jorge, porque
sabemos de su compromiso con la genealogía familiar siempre en diálogo con
aquellas instituciones comunitarias tan arraigadas en San Isidro. Y sabemos que,
fiel a un deseo de su padre, se propuso compilar una historia auténtica de la
fundación del CNSI.
Y al decir una historia auténtica quiero decir una
historia basada en documentos originales y fehacientes que permanecieron en
poder de su familia. En este caso, se trata de las actas de la época
fundacional del Club que conservó el Dr. Pirán en su casa, y de otros
documentos de época relacionados con el tema, todos los cuales pasaron a manos
de sus descendientes y, por fortuna, fueron preservados.
Hacer que hablen los documentos es una manera de
garantizar la objetividad del relato, despejando fantasías infundadas o
simplemente tradiciones distorsionadas. Como ocurre en todas institución que va
acumulando años de historia propia y que cada vez se aleja más del punto de
partida, también al Club Náutico le pudo acontecer que los hechos de su
fundación y primeros pasos quedaran en cierta medida confusos, o más bien
fueran tenidos como una versión legendaria, repetida de generación en generación
y a veces olvidada, muy venerable como mito de origen pero que no resistiría
una zaranda en el cernidor de la crítica científica. Llegó a hablarse
socarronamente del “cuentito” acerca del origen del club. Hoy, gracias a la
documentación que da sustento heurístico a esta obra, sabemos que el “cuentito”
no era cuento sino un hecho verdadero.
La versión aceptada durante años y ahora nuevamente
documentada y socializada como libro, acerca del origen del Club Náutico, es aquella
versión que habla del encuentro casual de Benjamín Nazar Anchorena y Juan María
Obarrio, con el Dr. Pirán en el andén de la estación local, coincidiendo los
tres amigos en un mismo ideal que fermentaba en la mente de éste último desde hacía
tiempo: la creación de un club dedicado a la náutica. La impronta identitaria
del río imponía una iniciativa de este tipo, al servicio del vecindario.
Pero ya que Jorge me ha convidado a estar en esta mesa
para ofrecerles un punto de vista historiográfico, hagamos juntos un poco de
historia:
Esta iniciativa del Club Náutico merece situarse en el
contexto de la rehabilitación del puerto y la zona del “Bajo” de San Isidro, para
la cual ya se había conformado una comisión vecinal que actuaba con recursos
propios en la medida de sus posibilidades, pues era un sentimiento común en la
juventud lugareña que aquel sector costero (obstruido entonces por grandes juncales)
había perdido la antigua y bucólica fisonomía que solía convocar los ocios estivales
de tantas familias, residentes o veraneantes.
Una nota evocativa aparecida en la revista Caras y Caretas en 1935 recapitulaba las circunstancias en que fermentó la idea del club: Hasta que un día, tres hombres jóvenes tuvieron la visión de revivir el pasado del Bajo de San Isidro, y dieron a la idea forma, y a la forma impulso, y al impulso constancia con inquebrantable fe y entusiasmo...
Según cuenta la reiterada tradición (aceptada ya como
veraz por la mencionada revista), que luce como una viñeta de época, a Juan
María Obarrio se le había ocurrido también plantear ante las autoridades el
tema del dragado del arroyo Sarandí, lo cual le estaba comentando, casualmente,
a su amigo Benjamín Nazar Anchorena en la estación de San Isidro, cuando
llegaba al mismo andén el Dr. José María Pirán, amigo también, quien se sumó a
la charla, comentando su idea, superadora del mero dragado, de fundar un club
de náutica, a la cual adhirieron de inmediato los otros dos caballeros.
Desde ese momento, Pirán, Obarrio y Nazar Anchorena iban a
ser el motor de la iniciativa, que contó con numerosas adhesiones, entre ellas
la del conocido dirigente local y ex intendente, don Avelino Rolón, que ya era
virtualmente una figura consular.
Así, en la casa de Pirán en Escalada n.º 256 (hoy Alem n.º
190), el 5 de febrero de 1910 fue suscrita el acta n.º 1 de la naciente
institución. Al dueño de la casa se le encomendó que redactara las invitaciones
para una subsiguiente reunión, lo mismo que la nota al Ministro de Obras Públicas
para obtener el dragado.
El 26 de febrero, ante una concurrencia de 50 vecinos, se
concretó la creación oficial de la entidad en el Salón Municipal, plasmada en
el acta n.º 2, también redactada en la misma casa. Nazar Anchorena, Obarrio y Pirán
ocuparon los cargos de presidente, vicepresidente y secretario, respectivamente,
y Adrián Beccar Varela el de tesorero. La cantidad de firmas que rubricaron
aquel instrumento, de tantísimos vecinos de todos los estratos sociales, da
cuenta del apoyo popular al proyecto.
Finalmente, el acta n.º 3, suscrita en el mismo lugar el
9 de abril, determinó la aprobación de los Estatutos, redactados por Pirán, con
la colaboración del Dr. Adrián Beccar Varela y el Ing. Anselmo Sáenz Valiente.
Entre 1910 y 1914, la secretaría del Club funcionó en
aquel domicilio del Dr. Pirán; y entre 1914 y 1927, en la Biblioteca Popular
que él presidía.
Su desempeño en la comisión directiva comprendió el
período 1910-1914 como secretario; luego fue vocal hasta 1919, cargo al que
regresa en 1926 con motivo de la histórica “conscripción de socios”. En 1929
ocupó la vicepresidencia y al cabo de ese año dejó la tarea directiva, para
seguir apoyando permanentemente al Club, como socio.
Solo me resta agradecerle al ingeniero Jorge Pirán, como simple vecina de San Isidro, por haber conservado estos papeles y por compartirlos ahora en la forma de un hermoso libro diseñado por los amigos de Maizal. Porque en esos papeles y en estas páginas se decanta una parte de nuestra historia local, que, como sanisidrenses, nos provoca el sano orgullo de pertenecer a esa cadena de identidades.