Por Oscar Andrés De Masi y Marcela Fugardo
Publicado en Poliedro. Revista de la Universidad de San Isidro. Año III, N.º9, Marzo 2022.
Palabras previas
Iniciamos con esta nota una serie de textos que, alternándose con los temas de arquitectura identitaria sanisidrense en especial (que ya venimos publicando en Poliedro) y del antiguo Pago de la Costa en general, dedicaremos al patrimonio monumental y conmemorativo que existe en los municipios que integran el territorio de la diócesis de San Isidro.
La percepción cotidiana de los monumentos ubicados en el espacio público, tropieza, invariablemente, con la lejanía temporal de las figuras representadas (porque el pasado es como aquel espejo que huye que imaginó Giovanni Papini), y casi siempre, se enfrenta con la falta de recursos interpretativos al alcance del transeúnte: ¿quiénes son los personajes representados en las esculturas monumentales?, ¿por qué han merecido el tributo público de una estatua?, ¿son, acaso, portadores del sentir popular o son el resultado de operaciones de apropiación política de la historia?, ¿quiénes son los autores de estas obras?, ¿qué mandatos epocales han determinado su lenguaje expresivo?, ¿estuvieron siempre en el mismo lugar?, ¿qué aportan, todavía hoy, a la identidad de una comunidad?
Para comenzar a responder estos interrogantes y resemantizar ese patrimonio monumental y conmemorativo que integra el paisaje urbano, pero es más que un adorno, ofrecemos esta colección de estudios breves, aunque no exentos de originalidad y soporte crítico.
Y
en esta primera entrega, nos pareció oportuno referirnos al monumento a la
figura fundacional de la capilla y la capellanía de San Isidro (germen del
poblado y núcleo urbano más primitivo del Pago de la Costa) que fue Domingo de
Acassuso. Y, también en los antecedentes de este episodio, aparece una
sorprendente intervención de Adrián Beccar Varela, que hallamos hace unos años
entre sus papeles.
La frustración como antecedente
En 1906, al cumplirse dos siglos de la fundación de la capilla y la capellanía dedicadas a San Isidro Labrador, la ofrenda de un monumento en homenaje a su fundador, no pasó de ser una aspiración general frustrada. El capitán, magistrado y comerciante vizcaíno establecido en Buenos Aires, Domingo de Acassuso, maguer la tangibilidad de su huella histórica y el recuerdo que evocaba la sombra augusta de su nombre en la memoria local, no pudo ser monumentado en aquella efemérides y su escultura seguía integrando el repertorio de las “estatuas invisibles”, según la expresión de Manuel Mujica Lainez.
Veinticuatro años más tarde, con ocasión de los festejos del bicentenario de la creación canónica de la parroquia, en 1930, una comisión ad hoc resolvió erigir un monumento a Acassuso como forma de tributo convencional y epocal, que consistía en una estatua a colocarse en el frontis de un futuro teatro, sobre la calle 9 de Julio, en el casco histórico del pueblo, vale decir, dentro de las que antes fueron las “tierras del santo” o terrenos capellánicos, ya redimidos.
Aquel
edificio que se levantó terminó siendo el cine-teatro “Acassuso” y, una vez
más, en nada quedó el monumento. Solamente el nombre de la sala de espectáculos
obró como tributo al fundador de la capilla patronal y su capellanía, que
fueron el origen del poblado colonial con sus solares urbanos, impostado sobre
un abigarrado nucleo de chacras.
Arriba, fachada y corte longitudinal del proyecto de teatro, sala de actos, biblioteca y anexos, que debía honrar la memoria de Domimngo de Acassuso. Abajo, detalle de la pretenciosa fachada academicista (Archivo Técnico Municipal de San Isidro). Por ùltimo, el aspecto actual del edificio, despojado de galanuras ornamentales y convertido en hotel
(Foto Marcela Fugardo, 2021).
En 1935, el Concejo Deliberante prestó su conformidad para erigir una estatua en la plazoleta próxima al templo parroquial (hoy plazoleta “Obispo Aguirre”, sobre la avenida Del Libertador). Esta nueva aspiración tampoco se concretó y el lugar fue ocupado, en 1940, por el monumento al Sagrado Corazón, obra del escultor Cateruccia, entronizado con pompa y solemnidad.
Pero
la sociedad local no perdía las esperanzas y, en 1956 (cuando Mujica Lainez
acuñó el rótulo de las ·estatuas invisibles·), al cumplirse dos siglos y medio
de la fundación capellánica, como parte del programa de festejos, se colocó la
piedra fundamental, frente a la sala del entonces Concejo Deliberante, para
otro monumento… nonato. Según el cronista local Juan Santos Paván, al expropiarse
la esquina de la avenida Del Libertador y la calle 9 de Julio, se resolvió
trasladar allí la piedra[1].
La concreción del viejo anhelo del monumento a Acassuso
Casi diez años más tarde, en julio de 1965, la administración municipal volvió a disponer, corsi é ricorsi como diría el filósofo Vico, la erección del monumento.
Esta
vez la Muncipalidad avanzó con sentido más ejecutivo, al designar una comisión ad hoc que organizó el respectivo
concurso de proyectos entre cinco artistas de reconocido prestigio, y que
eligió, por voto secreto, el de Julio César Vergottini (argentino, 1905 – 1999).
Las maquetas de los proyectos que partciparon en el
concurso y que no fueron seleccionados. Lamentablemente, no existen registros
de su autoría (MBAHMSI).
Arriba, el escultor Julio César Vergottini en su
taller (Foto Tribuna, 1947, col. OADM);
abajo, la maqueta de la propuesta de Vergottini, en su versión original
(MBAHMSI).
La comisión estaba integrada por el intendente municipal Juan M. Basso, el director municipal de Cultura, el presidente del Concejo Deliberante, el director del Museo “Juan Martín de Pueyrredon”, un representante de la agrupación “San Isidro Tradicional” (que era Juan S. Paván) y otros vecinos. El monumento debía inaugurarse el 15 de mayo del año siguiente, en coincidencia con los tradicionales festejos patronales.
Transcurrido casi un año sin novedades, al tomar conocimiento el Concejo Deliberante que habría de imponerse el nombre de “Guerreros del Paraguay” al espacio reservado para el monumento (la expropiada esquina de la avenida Del Libertador y la calle 9 de Julio), mandó a colocar “con extraordinario apremio en horas de la madrugada del 15 de mayo, por personal de maestranza municipal” una placa con la denominación “Plazoleta del Fundador, Capitán don Domingo de Acassuso”[2]. Fue un modo de apropiación simbólica oficial del terreno, amparado en el sigilo, poco usual y bastante expeditivo.
La demora, derivada del reemplazo de facto del gobierno nacional en junio de 1966, dio ocasión para la visita del ya mencionado cronista, vecino e integrante del jurado, Juan Santos Paván, al atelier de Vergottini, donde “el proyecto, bajo lienzo, no prometía una entrega inmediata”[3].
La preocupación por la tardanza en la concreción del monumento llegó al entonces intendente municipal de facto, y éste eligió una nueva comisión ad hoc. Además del propio intendente, la integraban el Arq. Ricardo Correa Luna, el Arq. Enrique Chiappori, Manuel H. Quintana, el P. Francisco Actis, el Dr. Enrique Beccar Varela, la Sra. Marta T. Aragonés de Santucci por “San Isidro Tradicional” y Roque Archideo por la “Federación de Entidades Vecinales”, entre otros[4].
Una visita de la flamante comisión al escultor dio lugar a la introducción de algunas variantes al proyecto original, quitándole la espada clavada en tierra (que sostenía entre sus manos), y el gesto de “mirada hacia el cielo”, dando inclinación al rostro hacia el suelo, en actitud más bien orante y reconcentrada. Paván fue parte de aquella comisión y recordaba algunas anécdotas graciosas respecto al tamaño del sombrero, originalmente previsto a un lado de la figura, en relación a la testa proyectada.
Imagen inédita del boceto del monumento a Acassuso
realizado a mano alzada sobre cartulina por el escultor Vergottini, incluyendo
los cambios posturales que se le sugirieron para la figura (MBAHMSI).
Un
dibujo realizado a grandes trazos por el escultor con tinta colorada (documento
que se conserva en el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San
Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”) permite apreciar la correspondencia de ese
diseño con la pieza definitiva. No sería de extrañar que aquel esbozo haya sido
el resultado inmediato in situ de la
conversación entre Vergottini y los miembros de la comisión que lo visitaron.
El modelo en yeso de la escultura, en el taller del escultor (MBAHMSI).
Según Paván[5], luego de estas modificaciones, surgió “un criterio innovador” que fue la propuesta de instalación del monumento en el atrio de la Catedral local. Ignoramos quien fue el promotor de la idea.
Citados los miembros de la comisión y escuchadas las opiniones, se observó panorámicamente el sitio alternativo de emplazamiento desde el balcón del chalet “Las Brisas” (en aquel tiempo funcionaba allí la Secretaría de Obras Públicas), frente a la Plaza Mitre. Se resolvió, entonces, para una justa apreciación, mandar a construir en los talleres de la Municipalidad un “artefacto” que simulara la figura del monumento. Era un recurso de ensayo visual y volumétrico maniera antica, que bien podría imaginarse cuatro o cinco siglos atrás para la Piazza della Signoria en Florencia. Pero ocurrió en pleno San Isidro moderno.
Reunidos nuevamente, y ante la exposición del simulacro tridimensional del tamaño de la estatua, expresó cada cual su criterio “de viva voz”, según el cronista de época, se tomaron numerosas fotografías, tanto en el atrio como en la plazoleta ya reservada a este fin, y tras compararlas, se resolvió esta última ubicación. Es decir, se ratificó el criterio original de ubicación.
La prueba de emplazamiento de un simulacro del monumento,
en el atrio de la Catedral (MBAHMSI).
La inauguración
Finalmente,
la inauguración se llevó a cabo cumpliendo los rituales mandatorios para este
tipo de operaciones de monumentacion, el 15 de mayo de 1969, día del Santo
Patrono, con la presencia de dignatarios eclesiásticos, funcionarios
gubernamentales, representantes diversos de la comunidad y hasta con la presencia
del embajador de España que era José María Alfaro Polanco.
Operarios municipales, bajo la atenta mirada de un supervisor, ubican el monumento en su sitio definitivo. Al fondo, sobre la calle 9 de Julio, un lateral del chalet Las Brisas (MBAHMSI).
A modo de memorabilia, la Municipalidad mandó a imprimir un folleto alusivo que comienza con estas palabras:
La erección del monumento al Capitán Don Domingo de Acassuso simboliza la afirmación solemne que, ante las generaciones futuras, hace el pueblo de San Isidro de mantenerse inquebrantablemente fiel a la tradición hispano-cristiana que, desde la Fundación, el 14 de octubre de 1706, de la Capilla y Capellanía de tierras en honor del Santo Labrador Patrono de Madrid “en este conmedio del Pago del Monte Grande”, él originara, que se perpetúa con su nombre y con su gesto y, siempre semejante a sí misma a través de los siglos y que se difunde, arraiga, florece y fructifica gloriosamente por el esfuerzo de sus hijos, para Dios y para la Patria, en la vida y en la historia de las comunidades, instituciones y familias de toda esta banda del Río de la Plata.
Postal
y folleto conmemorativo del día de la inauguración:
(El monumento al Capitán Don Domingo de
Acassuso, 15.V.1969. MBAHMSI).
Notas estéticas y valores del emplazamiento
La pesada estatua de bronce colocada sobre un pedestal de mampostería revocado (originalmente era de ladrillo a la vista), representa al capitán Domingo de Acassuso con una rodilla en tierra, sosteniendo un pliego en su mano izquierda (¿el acta de donación capellánica?), y la derecha apoyada en un libro.
Su actitud meditativa y orante recuerda el motivo piadoso que le inspiró la fundación de la capilla dedicada a San Isidro Labrador y su capellanía.
Tres aspectos de la estatua de Acassuso: arriba, la figura completa. Detalle de las manos y los objetos que sostienen. Abajo, la expresión adusta y reconcentrada del rostro
(Fotos OADM, 2009).
Viste indumentaria, calza botas altas y porta armas a la usanza más bien de los conquistadores, munido de espada al cinto y capote. Las facciones acusadas y el ceño reconcentrado vienen a acentuar aquellos rasgos propios de los hombres de milicia españoles de tiempos de la conquista, en un evidente anacronismo en que incurrió el autor. En este sentido, poca correspondencia guarda esta imagen del fundador con la iconografía tradicional y atildada de Acassuso, aquella que pasó de la sacristía de la iglesia porteña de San Nicolás de Bari (también fundada por don Domingo), al Museo Histórico Nacional y que se lee en la pulquérrima descripción de J. J. Biedma, publicada en 1906 por Adrián Beccar Varela[6].
En rigor, Vergottini ofrece una versión “interpretada” del personaje, recalcando en la pose, el valor mandatorio de la fe religiosa, como un atributo de aquellos hombres bravíos de data colonial temprana, vale decir, de época anterior a la aparcición en escena de Acassuso.
Quizá sea éste el rasgo que quiso destacar Alfredo Bettanin cuando escribió acerca del artista, en 1947: “Es un escultor definitivo en su apreciación de la historia. Sus obras no tienen jamás carácter anecdotario o cronista. Por el contario, es carne y sangre de su arte el tono perenne del concepto madre que rige la obra, la superación por el símbolo del problema histórico…”[7].
El
lenguaje empleado por el artista, siendo moderno y figurativo, no se desapega
de un radical arcaísmo formal, con trazos, por momentos, inacabados y hasta
toscos. ¿Podría advertirse en esta obra una regresión “verista” de Vergottini,
al modo temprano de la scapigliatura
milanesa, despojada de ataduras academicistas? ¿o es la marca “boudelliana”
que, tardíamente, reaparece en la inspiración de Vergottini. Por otra parte, el trabajo de los rasgos
faciales denota un expresionismo que remite a la conjetura de la disponibilidad
de un modelo real, cuya identidad ignoramos. Con pocos trazos, el maestro (que
firmó la obra) ha logrado un convincente retrato.
La firma del escultor al pie de la estatua (Foto Marcela Fugardo, 2021).
El
conjunto se completa, por detrás, con una estela rectangular, prevista en el
programa iconográfico de Vergottini, revestida con placas de Travertino del
país, que refuerza la lectura vanguardista del conjunto. El diseño de la
plazuela fue realizado por el arquitecto sanisidrense Jorge Sackmann Sala.
La “plazoleta del Fundador”, en la esquina de la avenida
Del Libertador y la calle 9 de Julio, antes de ser colocada la escultura de
Acassuso. Obsérvese el pedestal ya construido y la configuración espacial,
semejante a una exedra (MBAHMSI).
La modificación de los accesos a la plazoleta original y el posterior agregado de una fuente de aguas cantarinas, deben ponderarse como un desacierto, ya que altera la unidad de estilo original, más o menos consistente con la época de su inauguración.
El monumento incluye, además de la escultura y su pedestal,
una estela por detrás
(Foto OADM, 2009).
El emplazamiento de la figura provoca una sensación de cercanía humana y de naturalidad gestual, por la proximidad de la rodilla derecha con el suelo y la cercanía del rostro con la altura del observador.
Ciertamente,
el sitio de su ubicación, tan central y a pocos metros del templo matriz
dedicado a San Isidro Labrador, guarda correspondencia topográfica con la
acción histórica de Acassuso, que al fundar la capilla y dotar a la capellanía,
puso el germen del pueblo formado a su alrededor. ¿Habrá imaginado y plasmado
el escultor el momento en que, según el relato hagiográfico, Domingo de
Acassuso despierta, bajo el espinillo, de su sueño místico? De ser así, el
monolito por detrás bien podría ofrecer una versión esbozada, cubista y
simbólica del célebre árbol. Pero es mera conjetura.
La inscripción epigráfica en una placa de mármol dice:
CAPITAN
DON DOMINGO DE ACASSUSO/EL PUEBLO DE SAN ISIDRO A SU FUNDADOR/15 DE MAYO DE
1969
Resignificaciones del
monumento a Acassuso: arriba, el Ex Libris del coleccionista,
bibliófilo y datista Pedro Llorens recapitula la leyenda fundacional del sueño
del capitán Acassuso, integrando iconográficamente los diversos elementos
asociados al relato hagiográfico: el río, la barranca, el espinillo y la
capilla. A la sombra del árbol, el fundador ha sido representado según el
modelo exacto de la escultura de Vergottini (Colección MBAHMSI); abajo, el
monumento como punto de partida de una visita guiada a los edificios cívicos,
organizada por el Centro de Guías de Turismo de San Isidro en 2021 y a cargo de
la arquitecta Marcela Fugardo (Foto gentileza Martha Amato).
El hallazgo de un proyecto previo del escultor Luis Perlotti
El acceso que nos han
facilitado, hace ya varios años, los descendientes del Dr. Adrián Beccar Varela
al archivo particular de su ancestro (alojado entonces en la Quinta de Obarrio
y luego donado al Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal “Dr. Horacio
Beccar Varela”) nos reveló la existencia de un boceto ejecutado por Luis
Perlotti (1890-1969) para el Monumento a
Acassuso, bien diferente de la pieza de Vergottini. Dimos a publicidad este
hallazgo en el año 2018, en la obra Adrián
Beccar Varela. La tradición como identidad. El progreso como mandato (Maizal
ediciones).
Se
trata de una representación de Acassuso más ajustada a la iconografía conocida
(retrato, como dijimos antes, originalmente conservado en la iglesia de San
Nicolás de Bari) y a los atributos epocales de vestimenta, peinado y calzado.
La
figura aparece sentada, en actitud de magistrado civil colonial (y no de
conquistador militar) y la vestimenta se adecua a la descripción de J. J.
Biedma que, como indicamos arriba, reprodujo Adrián Beccar Varela en San Isidro- Reseña Histórica: casaca larga, calzón corto, chaleco o chupetina,
y medias blancas. En lugar de espadín corto, ¿en su mano derecha porta una vara
de regidor?
El pedestal, de aire
rodiniano, ofrece una alegoría de la riqueza munífica de Acassuso (que era
inconmensurable y en cuya justificación milagrosa interfiere, nuevamente, el
relato hagiográfico) y su empleo en la fundación de la capilla de San Isidro en
el Pago de la Costa, tan necesitado como estaba de asistencia pastoral. De ahí
que aparezcan, en un plano onírico, el viejo templo y el célebre espinillo. Una
escalinata de tres gradas en lenguaje art-decó
sostiene el conjunto.
Izquierda, fotografía del modelo ofrecido por el escultor
Luis Perlotti a Adrián Beccar Varela en 1928; derecha, el membrete en la
papelería del artista (MBAHMSI).
Los
dos registros fotográficos de este boceto están acompañados de una carta
autógrafa de Perlotti dirigida a Adrián Beccar Varela con fecha 3 de julio de
1928, que dice:
Buenos
Aires, 3 de julio de 1928
Dr.
A. Beccar Varela
Mi
estimado Dr. y amigo
Después
de tantas veces que le he prometido enviarle el anteproyecto del monumento para
[…] lo hago enviándole la foto del primitivo ante proyecto.
Como
esto ya a (sic.) tomado tanto tiempo y Ud. se imaginará que yo también he
cambiado mucho en concreción de ideas, sobre lo que es el Monumento, desearía
que Ud. lo estudiara y si es que siempre piensa realizarlo, le ofrezco hacerle
un nuevo boceto que está más de acuerdo con lo que Uds. piensan realizar.
Yo
he dejado pasar tanto tiempo, pues creía siempre que Ud. no pensaba por ahora
realizar el trabajo: quisas (sic.) esto sea un bien porque ahora se podría
hacer una obra más artística.
Espero
me conteste y ordene lo que crea conveniente repitiéndome siempre a sus
órdenes. Su amigo
Luis
Perlotti
Quizá
este monumento formara parte del programa conmemorativo del Santo Patrono, en
el cual Adrián Beccar Varela tuvo parte activa, incluso, tramitando la concesión
de una reliquia del Santo ante las autoridades civiles y religiosas de España[8].
La iconografía más auténtica de Domingo de Acassuso: su
retrato como fundador de la iglesia de San Nicolás de Bari, en Buenos Aires,
que se conservaba en la sacristía de ese templo (demolido) y pasó al Museo
Histórico Nacional (MHN).
Una obra artística complementaria con motivo del 275.° aniversario de la fundación de la capellanía
El 15 de mayo de 1981 se inauguró en la misma plazoleta “Capitán Domingo de Acassuso”, una obra de los artistas argentinos Fernando Luis Petinatto, escultor, y Carlos Sinópoli, ceramista.
Se
trata de una pieza de mampostería y cerámica que representa un
libro abierto que viene a acompañar a la estatua, al pie de ella. En sus
páginas se ha consignado un texto fundacional capellánico, imitando la
caligrafía de época colonial y la rúbrica de Domingo de Acassuso.
Arriba, la obra
artística complementaria, realizada en cerámica por Fernando Luis Petinatto y
Carlos Sinópoli. Abajo, la firma de Sinópoli (Foto Marcela Fugardo, 2021).
Bibliohemerografía
-AA.VV:
Buenos Aires y sus esculturas. Buenos Aires, Manrique Zago/Stige, 1985.
-AUTOCLUB (REVISTA): Acassuso, la estatua que faltaba. Buenos
Aires, Año 6, N.º 29.
-BECCAR VARELA,
Adrián: San Isidro. Reseña histórica. San
Isidro, 1906.
-BETTANIN, Alfredo: Julio Vergottini, escultor de la nueva
Argentina en Tribuna, Año II, N.º
426, Suplemento, 5-I-1947.
-DE MASI, Oscar Andrés: Adrián Beccar Varela. La tradición como identidad. El progreso como mandato. San Isidro, Maizal ediciones, 2018.
-DE
MASI, Oscar Andrés y FUGARDO, Marcela P.: “Nuevos aportes documentales para la
historia de la reliquia de San Isidro Labrador (una carta inédita de monseñor
Miguel de Andrea a Adrián Beccar Varela)”, Revista
del Instituto Histórico Municipal de San Isidro N.° XXIX, San Isidro, 2016.
-DE
MASI, Oscar Andrés y FUGARDO, Marcela P.: El
Patrimonio monumental y conmemorativo de San Isidro (inédito).
-FOLLETO COMISIÓN
OFICIAL DE FESTEJOS 250.º ANIVERSARIO, SAN ISIDRO. Programa de festejos y horario, domingo 14 de octubre de 1956.
-FOLLETO
CONMEMORATIVO INAUGURAL, El monumento al
capitán don Domingo de Acassuso, 15-V-1969.
-GESUALDO, Vicente;
BIGLIONE, Aldo y SANTOS, Rodolfo: Diccionario de artistas plásticos en la
Argentina, Buenos Aires, Inca, 1988. Tomo II.
-KRÖPFL, Pedro F.: La
Metamorfosis de San Isidro – Tomo 2, 1580-2004, San Isidro, Municipalidad
de San Isidro, 2005.
-LA NACIÓN,
2-VIII-1965 (Una plazoleta en San Isidro
lleva desde ayer el nombre de Domingo de Acassuso); 3-XI-1965 (Haráse un monumento al fundador de San Isidro)
y 13-V-1969.
-LOZIER ALMAZÁN,
Bernardo: Don Domingo de Acassuso en el
340° aniversario de su nacimiento 1658-1998, en revista
Carta Abierta, San Isidro, edición especial 15 de mayo de 1998.
-LOZIER ALMAZÁN,
Bernardo: Don Domingo de Acassuso y su postergado
monumento, en revista El Arcón de los recuerdos. Crónicas
sanisidrenses V (comp.), Carta Abierta, San Isidro, 2000.
-PAVÁN, Juan Santos: Curiosa historia de un monumento, en
revista Ayeres de San Isidro, N.° 1, Mayo 1968.
-SPINETTO, Horacio Julio:
El castillo del escultor
Vergottini, en revista Todo es Historia, N.º 354, enero 1987.
Archivos
consultados
Museo, Biblioteca y
Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela” (MBAHMSI)
- Quinta “Los Ombúes”.
Archivo Técnico
Municipal de San Isidro.
OADM, Archivo de
escultores/ escultores argentinos/ Legajo Vergottini.
Relevamientos
de campo y safaris fotográficos
OADM, 2005-2009-2010;
OADM y MF, 2012-2014-2015-2021.
[6] El don Domingo de Acassuso, -dice Biedma- está vestido con casaca azul oscura, casi negra, calzón corto del mismo color, chaleco ó chupetina colorada, medias blancas y espadín dorado al cinto, está arrodillado, ofreciendo á San Nicolás Obispo la Iglesia de su advocación, que parece ser por la leyenda, copia del original en la fecha que se hizo el cuadro. Es un retrato de muy mal colorido, y denota tener muchos años de confeccionado. BECCAR VARELA, Adrián: San Isidro-Reseña histórica. Buenos Aires, A. Videla y A. Ortíz, 1906.
[7] BETTANIN, Alfredo: Julio Vergottini escultor de la nueva Argentina, en Tribuna, Año II, N.º 426, suplemento, 5-I-1947.
[8] DE MASI, Oscar Andrés y FUGARDO, Marcela P.: “Nuevos aportes documentales para la historia de la reliquia de San Isidro Labrador (una carta inédita de monseñor Miguel de Andrea a Adrián Beccar Varela)”, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro N.° XXIX, San Isidro, 2016, pp. 65-70.
No hay comentarios:
Publicar un comentario